...Caigo en mi instinto:

...Caigo en mi instinto:
No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser, pero no puedo ver cajones y cajones pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver todavía caliente la sangre en los cajones. Gonzalo Rojas, Contra la Muerte

miércoles, 5 de enero de 2011

Absurdo silbido de los seres

Miles de casas se han ido copilando junto al muro de mi tranquilidad; árboles, relámpagos de risas y un par de ojos que no paran de acosarme… estoy solo y sonriente. Las luces de las casas me han terminado de rasgar la piel, pues sigo erguido; desechando mis cosas y también los restos de mi piel y mis orejas.

La lluvia ha agujerado el silencio y los caballos han abandonado los corrales, todos con el alma en el hocico, mientras yo sigo acaparando aquél absurdo silbido que cae como el rocío de la luna. En mi boca he guardado el sudor de las mariposas junto a miles de sentimientos del ayer, entre ellos el recuerdo y un suspiro que aún permanece detenido.

Veo la niebla y me asustan los miles de rostros que se asoman por la ventana hexagonal que da contra el muro, evito mirarla pues me sigue. Intermitente sigo las huellas de la oscuridad negándome a recoger mis sudores y las partículas del viento seco que se adhieren en mis rodillas. En momentos veo una luz grisácea y supongo que es la salida. Me acerco a las paredes que comienzan a deshacerse mágicamente, miles de peces y payasos han comenzado su función. Hallo una pared de hormigas y preparo mis ojos y mis orejas para sostener la lluvia y los llantos; fue allí donde aparece mi cuerpo y me vi en aquél muro,

de pronto no era yo sino un fino reflejo de la noche.

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