...Caigo en mi instinto:

...Caigo en mi instinto:
No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser, pero no puedo ver cajones y cajones pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver todavía caliente la sangre en los cajones. Gonzalo Rojas, Contra la Muerte

viernes, 13 de marzo de 2009

Pavor sin camino:

Caminaba como siempre, devuelta del trabajo, eran aproximadamente más de las doce de la noche, y el ruido nocturno rasuraba con golpes mi pequeña oreja, que cubría con cabellera lisa, envolvía mis ojos en forma de lobo sin hoz. El frenesí aceleraba aun más el pálpito inseguro de mi corazón, mis pies auxiliados y con grietas en las nubes, gritaban de espanto, la noche era ciega, las montañas en las alturas desvanecían mi gozo, era horrible. De pronto, todos los postes se extinguieron, era momento de correr, pero la sombra no conseguía el movimiento ruidoso, ni siquiera mis zapatos corrían la tierra de la vereda, el sonido era el silencio temeroso que ambulaba con insomnio y paraguas sin aguas. Eran mis zapatos; eran aquellos los que no me permitían el movimiento sigiloso. Los desaté de mis pies, estaban agrietados, pero no era imposible. Los cosmos navegaban, parecía invierno lleno de desierto, con cadáveres, y luces en la esquinas, daba gracias a mi sobra; de que no hubieran carroñeros ni ladrones de almas, insisto el sonido de putrefacto, el oído medio fulminaba el vértigo en las alturas de mi cólera. Llegué a un punto; donde ni duendes, ni nebulosa; ni atmósferas, ni grietas cubrían el papel de insomnio. Era un perfecto lugar, era el lugar enviado por mi vanidad, era el sueño que deseé desde que empecé ésta larga caminata. Mareado senté mi caudal y el equilibrio y vértigo de mi prejuicioso oído medio fulminó otra vez, el suelo estaba escarchado, era un verano frío. Pensé en lo que había hecho antes de cruzar por este camino infinito y agónico, mientras voces caían desde el cielo, el miedo cayó como escarcha navideña. –Crearé la inspiración como defecto de mis calles desoladas, la noche era perfecta, y el tema cayó por sorpresa en mi casual unísono que yacía desde el mar lunar.


La media-luna se hizo eterna,
Mi comportamiento es más
Que estar en tercera persona,
La sensación del temor
Es la ginebra al horror
Que causan las visiones sin raciocinio.
Como humano la piel se eriza
Sin que la exclamación disimule,
El narcotismo hizo al recuerdo,
Que cayera sin índole
Al latón deshuesado.
Comienza a llover,
El camino se me hace más fácil,
El comportamiento acelera hostil
Como la atmósfera empieza a yacer,
Los lobos aúllan,
La luna está oculta,
¿Quién anda ahí?
¿Quién anda…?
Paró la llovizna
Y el parabrisas quebró el llanto,
Era el sol quien me hablaba…
Ya era de mañana,
Mientras terminaba.
El crepúsculo amaneció.

1 comentario:

silvia zappia dijo...

Mi oído medio fue fulminado por la genialidad de tus palabras.
"y el crepúsculo amaneció"

Un abrazo!