...Caigo en mi instinto:

...Caigo en mi instinto:
No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser, pero no puedo ver cajones y cajones pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver todavía caliente la sangre en los cajones. Gonzalo Rojas, Contra la Muerte

jueves, 25 de agosto de 2011

Línea Desorientada:


Sobre Hormigas, Sapos y Bacterias...
la noche es un caos fantasmagórico de neuronas intranquilas:

Tocando el silencio, la noche se encuba en mi pensamiento permitiéndome danzar sobre los límites substanciales de mi espíritu. Me siento en medio de mi casa desnuda a contemplar los horizontes doblados del presente; el mío, desequilibrado en simetría. Mi estómago cruje como la tráquea de un sapo embrujado, sin embargo sigo constante mirando la manecilla del tiempo que se acelera fugaz e intransigente. Miro mis manos cuyas líneas siguen ahí esperando avanzar después de una ilusoria tormenta, miro mis pies que me preguntan inocentemente sobre gravedad e impaciencia.

La lucha constante con mis lágrimas ha sido acabada por la explosión melódica de una copa flotante. Mi entorno lo hallo detenido en medio de dos mundos excéntricos, donde yo permanezco justo en lo finito, en la inseguridad testaruda; miro mis líneas que otra vez vuelven a la presión y mi píes a la depresión invasiva de la tierra, y caigo perdiendo el equilibrio vital de la tranquilidad y la incandescencia.

Caigo medio dormido a un túnel que me hace experimentar la luz introspectiva de una pintura realista, infinitamente realista. Me confundo, caigo, sobrepongo mis manos dormidas también, pero soñadas perfectamente, y me detengo a mirarla de cerca, cada detalle; era una manzana ovalada imperfecta, de aspecto nauseabundo; hormigas, sapos, bacterias, y sonidos que una pintura jamás podría tener, los tenía. Me erguí misterioso a escuchar los sonidos de aquellas bacterias y mi ojo sangró de impacto, mi sonrisa era permanente, mi estómago hizo explosionar la tráquea de aquél sapo embrujado. En un rincón no tan lejano estaba yo, pintado no tan realista, con un halo bajo mis píes levitando, con los ojos cerrados observando el horizonte tridimensional que fijaba a la manzana como perfecta. A otro costado, también de forma no tan realista y perfecta, la misteriosa silueta de una substancia terrestre, con un halo en la cima de la cabeza, obscura; pues sabía que meditaba aún sin verle los ojos. Emitía sonidos extraños, sonidos de bosque solitario y de aguacero estruendoso, sin embargo, lo que más susto y misterio me dio fue que las hormigas, los sapos y las bacterias de la manzana iban en dirección a sus manos y a sus píes de concreto.

Luego de la presunta ilusión creo tener el control consecuente de mi cuerpo, sin embargo, salgo de mi casa solitaria y emprendo un viaje descontrolado. Sigo la línea desorientada de una luz pendular que me seduce desde el punto de fuga de la calle y me torno un caminante eterno, omnívoro y delirante, pensativo; descubridor del camino eterno de las hormigas, de los sapos y las bacterias, y en fin..., el de las manos y píes de concreto.


No hay comentarios: